El día era nublado y frío...
característica que contradecía las enormes gafas de sol que ocultaban la mitad
de mi rostro. El gélido viento corría despeinando mi cabello y ondeando el
largo suéter que me cubría del clima.
La
plaza era grande, y la gente gustaba de caminar por ella. Mis ojos encontraban
en cada espacio gente que paseaba riendo, otras que iban de prisa, y otras
tantas que contemplaban la pieza que aquélla pequeña banda tocaba. Por un
momento me quedé absorta en la melodía del cello, pero un fugaz pensamiento
rompió con mi abstracción al recordar el motivo por el cuál me encontraba en
ese lugar.
Fue
entonces cuando un temblor invadió mi cuerpo, mis rodillas eran incapaces de
sostenerme en pie. -Calma respira hondo- le dije a mi acaudalado corazón que
parecía querer salir de la prisión de mi pecho.
Miré
entonces el reloj que con una sonrisa indicaba que el momento había llegado. La
gente entonces parecía tan pequeña, y esa plaza repentinamente se convirtió en
el mundo.
Caminé
con un paso torpe y nervioso hacia el kiosco que se adornaba con las melodías
de la banda, retiré las gafas de mi rostro y mis ojos se encontrarían con ese
sueño que mi cabeza anheló por tanto, mi esperanza se encontraba sentada al
borde de esa escalera, con una mirada distraída. Mientras me acercaba una
extraña valentía se apoderó de mis pasos hasta que finalmente, el sueño rompió
la brecha de su naturaleza para convertirse en la realidad que se encontraba
justo delante de mí... y fue en aquél momento que supe que el
destino me tenía una sorpresa preparada en aquel encuentro etéreo.
El
abrazo que le di se prendó de mi alma instantáneamente... Caminamos dejando
atrás al pequeño escenario que contempló una pequeña muestra de la materialización
de los sueños. Las risas salpicaron nuestra conversación, acompañadas por
letales miradas que dejaban escapar de las pupilas ese brillo que sólo se
refleja en noches de luna llena, aunque en aquel pequeño restaurant no había
nada similar...
Era
verdad: me había quedado prendada del eco de su risa, de la dulzura de su
mirada, de los sentimientos que desbordaba en cada palabra... tenía mi alma
entre sus manos, tenía mis sueños en su existencia y mi única esperanza en su
sonrisa...
*El
momento que estoy a punto de describir aun provoca esa sensación que nunca se
irá de mi cabeza: Las manos entrelazadas, el sueño rompió mi frágil muro de
cobardía con ese gesto que hablaba por sí mismo... las palabras aun seguían
revoloteando felizmente entre risas y ciertos inauditos momentos que nos
reflejaban como espejos. Repentinamente me abrazaba y tras un breve instante nuestras
miradas se encontraron en la levedad espacial de ese abrazo. La proximidad de
su rostro me hizo cerrar los ojos que pronto se alejaron de la realidad y
pisaron los terrenos de su boca que causó ese efecto que borró todo rastro de
tristeza, de soledad, de amargura, paró las hemorragias, cerró las cortadas,
besó mi alma...
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