sábado, 6 de octubre de 2012

Crónica de un sueño


El día era nublado y frío... característica que contradecía las enormes gafas de sol que ocultaban la mitad de mi rostro. El gélido viento corría despeinando mi cabello y ondeando el largo suéter que me cubría del clima.
La plaza era grande, y la gente gustaba de caminar por ella. Mis ojos encontraban en cada espacio gente que paseaba riendo, otras que iban de prisa, y otras tantas que contemplaban la pieza que aquélla pequeña banda tocaba. Por un momento me quedé absorta en la melodía del cello, pero un fugaz pensamiento rompió con mi abstracción al recordar el motivo por el cuál me encontraba en ese lugar.

Fue entonces cuando un temblor invadió mi cuerpo, mis rodillas eran incapaces de sostenerme en pie. -Calma respira hondo- le dije a mi acaudalado corazón que parecía querer salir de la prisión de mi pecho.
Miré entonces el reloj que con una sonrisa indicaba que el momento había llegado. La gente entonces parecía tan pequeña, y esa plaza repentinamente se convirtió en el mundo.
                                 
Caminé con un paso torpe y nervioso hacia el kiosco que se adornaba con las melodías de la banda, retiré las gafas de mi rostro y mis ojos se encontrarían con ese sueño que mi cabeza anheló por tanto, mi esperanza se encontraba sentada al borde de esa escalera, con una mirada distraída. Mientras me acercaba una extraña valentía se apoderó de mis pasos hasta que finalmente, el sueño rompió la brecha de su naturaleza para convertirse en la realidad que se encontraba justo delante de mí... y fue en aquél momento que supe que el destino me tenía una sorpresa preparada en aquel encuentro etéreo.

El abrazo que le di se prendó de mi alma instantáneamente... Caminamos dejando atrás al pequeño escenario que contempló una pequeña muestra de la materialización de los sueños. Las risas salpicaron nuestra conversación, acompañadas por letales miradas que dejaban escapar de las pupilas ese brillo que sólo se refleja en noches de luna llena, aunque en aquel pequeño restaurant no había nada similar...

Era verdad: me había quedado prendada del eco de su risa, de la dulzura de su mirada, de los sentimientos que desbordaba en cada palabra... tenía mi alma entre sus manos, tenía mis sueños en su existencia y mi única esperanza en su sonrisa...

*El momento que estoy a punto de describir aun provoca esa sensación que nunca se irá de mi cabeza: Las manos entrelazadas, el sueño rompió mi frágil muro de cobardía con ese gesto que hablaba por sí mismo... las palabras aun seguían revoloteando felizmente entre risas y ciertos inauditos momentos que nos reflejaban como espejos. Repentinamente  me abrazaba y tras un breve instante nuestras miradas se encontraron en la levedad espacial de ese abrazo. La proximidad de su rostro me hizo cerrar los ojos que pronto se alejaron de la realidad y pisaron los terrenos de su boca que causó ese efecto que borró todo rastro de tristeza, de soledad, de amargura, paró las hemorragias, cerró las cortadas, besó mi alma...