lunes, 23 de mayo de 2011

A orillas del miedo

"La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido." H.P Lovecraft


Aquélla noche, acostado sobre su cama, se encontraba leyendo "En nombre de la Rosa", sus ojos clavados en las páginas pronto dirigirían su cansada mirada hacia el reloj que se encontraba sobre la mesita de noche a su lado. -¡1 am, creo que ahora si es tarde, debo empezar a moderar mis hábitos de lectura nocturnos... muero de sueño- se dijo a sí mismo en medio de la soledad de su pequeña habitación. Tras destender la cama, se introdujo entre los pliegues de las mismas, se estiró para jalar la cadena de su lámpara, extinguiendo de ese modo la única fuente de luz que había a su alrededor.

La oscuridad instantáneamente extendió su negrura a todo lo largo y ancho de cada centímetro de aquélla habitación, a la par el silencio hundía todos los sonidos en el mutismo de su regazo. Sólo el débil tic-tac del reloj plasmaba incesantemente su casi impercebtible melodía.

Un par de horas pasaron. Él, súbitamente abrió los ojos. Su respiración parecía un poco más agitada de lo habitual. Se sentó y se llevo las manos a la cabeza y después de unos instantes, miró a su alrededor. Tras esta acción, volvió a recostarse solo que esta vez, sus ojos se mantenían estáticos en el techo. Sintió angustia por la oscuridad envolvente, el silencio tornó su invisible forma a lánguidos susurros que parecían no decir nada, pero que eran tan audibles como cualquier voz humana.

Quiso entonces, en un acto desesperado levantarse de la cama para prender la luz y asegurarse que aquéllo era predispuesto por una pesadilla. Quiso hacerlo pero... su intrepidez se vio interrumpida por un tenue golpeteo en el cristal de la ventana, era fino como el de uñas chocando contra la solidez del vidrio.
Se repetía constantemente, como si alguien insistiera en ser escuchado. Sus ojos, al dirigirse asustados hacia las blancas cortinas, notaron un tenue dibujo de una figura alargada. -esto no puede ser posible!- se dijo aterrorizado a sí mismo pues su apartamento se encontraba en el cuato piso.

Él se paralizó, sintió rigidez en cada uno de sus músculos, como si su voluntad hubiera quedado suprimida por un terror que lo torturaba por medio de una amorfa silueta que tocaba a su ventana. Se escondió bajo las sábanas, la oscuridad de su improvisado escóndite no ayudaba a sentirse seguro, solo se le ocurrió rezar en su cabeza, esperando que Dios, acallara los ahora fuertes golpes que resonaban en el vidrio...

Pronto los golpes cesaron... e inmediatamente sintió una fría brisa que heló su habitación. Sólo podía tratarse de una horrorosa posibilidad... Lentamente, se quitó las sábanas de encima rogando estar equivocado. Pero no era así: Las cortinas bailaban fantasmalmente al compás del viento... ¡La ventana estaba abierta!

Fue entonces donde sintió el verdadero terror algo había logrado entrar. Sentía que ya no estaba solo... una fina presencia se deslizaba sobre su cama, le susurraba su nombre a la oscuridad...quiso gritar desesperado pero la fría mano del miedo poseía sus pensamientos, ahogaba su voz.

La noche a penas comenzaba, el horror ocupó su morada... La traición de su mente entonces soltó una tétrica carcajada.